Me quito las Camper y me pongo las botas de montaña, salgo a la calle, entro en el bar, me tomo un café y me compro un paquete de Marlboro, salgo, hace fresco, me enciendo un cigarro y me voy a por el coche, tiro el cigarro, tiro el paquete en una papelera, me subo al coche, voy camino Soria. Siempre llevo la cesta de mi abuela en el coche. Llego al Moncayo, llego al sitio, aparco, me bajo, hurgo en mi chaqueta, tengo el mono, vuelvo a coger el coche, voy a San Martín de la Virgen del Moncayo y entro en el restaurante San Martín y me pido una coca cola y compro un paquete de Marlboro, salgo, me enciendo un cigarro, tiro el paquete a una papelera. Range rojo. Llego nuevamente al sitio. Me adentro en el bosque, sin humo, no encuentro nada, ni una seta, me siento en un claro del bosque, hurgo en mi chaqueta, un petirrojo se mueve de rama en rama a un par de metros, en otoño, mientras busco setas rodeado de maleza y árboles, no es raro que el petirrojo se me acerque. Tengo el mono, salgo del bosque, regreso a San Martín, entro en El Fogón, me da vergüenza entrar en el de antes, suerte que en España no faltan bares con tabaco, una cosa sin sentido, no dejan fumar en los bares y dejan vender, conociendo a mis políticos y gestores de asuntos de estado, alguna corruptela habrá detrás del asunto, me tomo un Nestea y compro un paquete de Marlboro, salgo, me prendo un pitillo, subo al rojo, me guardo el paquete en el bolsillo del Columbia. Paro el Rover, estoy de nuevo en el sitio, me enciendo un piti y entro al bosque, no veo setas, me enciendo otro cigarro, tiro el paquete a tomar por culo. Sigo buscando setas, hurgo, parezco imbécil, he tirado el paquete, intento encontrarlo, lo veo metido en un charco, lo recojo, está empapado, ni uno recuperable, vuelvo al pueblo, entro en la Flor, me tomo un agua de Vichy y compro otro puto paquete de tabaco, Camel, no tienen Marlboro, me subo al coche, me enciendo un cigarro, llego al sitio, intento encontrar algo, nunca he sido un buen setero, el petirrojo vuelve a estar a mi lado, durante un tiempo pensé que mi integración con la naturaleza era tal que ni los animales silvestres se asustaban de verme, pero… lo que hacía el pajarito (lo leí) era esperar, al verme hurgando la tierra, él espera cerca a que yo me vaya para ver si he dejado al descubierto algún gusano o pequeño insecto para zampárselo. Pero aunque sea por un motivo de conveniencia, me hace compañía y es un pájaro muy bonito. Me vuelvo a Zaragoza, 3 robellones resecos, bajo del coche, paso cerca de una papelera, tiro el paquete en ella, al fin he dejado de fumar.
Al rato bajo, busco en la papelera y recupero dos paquetes. Mientras fumo en el portal oigo el cantar de un pájaro. Pío, pío.