EL ARTE DE VIVIR DEL ARTE




El arte, tristemente, está, en muchas ocasiones, salpicado de farsa. 

Cuanta más probabilidad de que el público de la zona donde se muestre éste (arte) tenga o tengamos falta de información sobre lo que se va a exponer por parte de los artistas, menos vergüenza y más atrevimiento habrá respecto a lo que enseñen esos farsantes del arte. No es lo mismo, por mucho que estimemos nuestro territorio, estrenar en Broadway que en Teruel. La falta de datos en nuestro bagaje cultural juega a favor del impostor, esta carencia de información detallada, muchas veces, no nos otorga el suficiente saber para formarnos una crítica coherente; y esto, como no puede ser de otra manera, nos acobarda para sentenciar y nos lleva a decir sí a la falsedad, y tragárnosla y digerirla. En ocasiones nos merendamos cosas que están muy bien adornadas pero en realidad son una pantomima de lo que anuncian, espectáculos que adulteran exponiendo mucha inexactitud y flojera sin importar si es cosa honesta; lo hacen con la plena confianza que les da el saber que la mayoría de la gente no tenemos criterio suficiente para descubrir el engaño. 

El tramposo, amparado en el perdón que suele otorgar nuestra sociedad al negocio que bien funciona y al éxito individual, no se avergüenza de poner en práctica su truco, incluso se enorgullece de lograr que su farsa artística funcione en pos de un buen business. Pondré un ejemplo. Corría el año 2012 cuando unos amigos músicos me propusieron hacer un espectáculo sobre Machado. Ninguno sabíamos demasiado sobre la obra de Machado (yo conocía lo de Serrat y poco más, lo había leído pero sin profundizar. No me apunté, me chirriaba demasiado). Casualmente unos días antes había estado en Santa Coloma viendo “Caminando con Antonio Machado“, interpretado por José Sacristán y acompañado por la pianista Judith Jáuregui. Mientras, mis amigos iban desarrollando in situ lo que iba a ser el espectáculo y a mí, viendo la osadía y sintiendo la farsa que iban elaborando, me vino un fuerte dolor de cadera, lo raro es que el dolor no se hubiese declarado en el corazón.

El  plan es sencillo, y más común de lo que debiera ser: un nombre ilustre en el cartel (de esos los hay muy manidos y recurrentes, que ya de entrada, al menos a mí, me hacen sospechar), no hace falta saber demasiado de la celebridad, un par de vueltas por wikipedia y youtube y dos ensayos serán suficiente para poner en marcha el show, lo que vale es la idea y saberlo vender a la persona y lugar adecuado.

Este que he expuesto es sólo un ejemplo, pero durante mis años de farándula han sido muchas las veces que me han invitado a colaborar en espectáculos donde la patraña estaba presente, algunos era cosa muy evidente y otros más sutil, a unos cuantos dije que no y de otros he participado; hoy en día suelo decir no a todo lo que no veo honesto, aunque incluso intentando seleccionar, en ocasiones, participo en espectáculos que no salen del todo como estaban diseñados, que a priori me parecieron dignos y al final, por falta de tiempo, complejidad mal calculada u otras variables, me veo sobre el escenario haciendo algo que considero poco decente (pasando vergüenza).

Tengo muchos colegas pintores, escultores, escritores, actores y demás, en alguna ocasión estando de tertulia con alguno de ellos les he preguntado sobre este tema de la farsa en el arte o el intrusismo en nuestras profesiones, todos pusieron ejemplos del triunfo del engaño, incluso desenmascarando a gente que están en lo más alto, personas que son grandes para nosotros, pero no lo son tanto para los expertos en la materia.

Está claro que el manejarse con el arte es delicado, el arte es cosa compleja de complicado entendimiento y difícil gestión y ahí es, en esta gestión, con este gestor es donde normalmente bien se sabe mover el impostor y gana la partida. 

¿Quién gestiona el arte? ¿Quién contrata? Aquí entramos en terreno pantanoso, pero es donde quería llegar (me va el barro). Cuando el que gestiona lo hace con dinero suyo, pienso que hay poco que alegar., pero, cuando el dinero es público, cuando el gestor gasta dinero de todos, ahí sí se puede exigir un mínimo de saber o al menos actitud y esfuerzo, aunque muchas veces no es así y este se deja meter goles, normalmente por pereza, por no indagar lo suficiente sobre lo que está comprando. 

Voy acabando. Con todo lo expuesto no he pretendido castigar a los artistas engañosos, sino hacer ver a los que contratan (al público también) que el engaño existe, hacer pensar a los que gestionan y dirigen las contrataciones, decirles que esta bien que atiendan a lo que le ofrecen y que intenten entender, pero a su vez también es necesario que duden y se informen todo lo que puedan. Es fácil que lleguen a los despachos varias de estas propuestas, pienso que llevamos años apalancados en un lugar poco atrevido, poco auténtico, de mucha apariencia y disfraz, donde en muchas ocasiones gana el business artístico ante la honestidad artística, hay que estar atento, la farsa, si no eres experto en lo que te están vendiendo y no interrogas adecuadamente, en el despacho es complicada de adivinar, el arte no se puede pesar ni medir, es algo que se puede mostrar de múltiples maneras, aunque cada artista tiene su límite artístico, pero en ocasiones también tiene la habilidad de camuflarlo, vestirlo de forma que no se noten tanto sus carencias, el que compra es el que tiene que saber desenmascararlo. Tampoco penséis que intento demonizar al programador, en realidad esta exposición la muestro con la esperanza de mejorar, hacer notar al que gasta nuestro dinero, que cuando le ofrecen algo, tiene que pausarse y reflexionar, su trabajo es analizar, informarse lo máximo posible sobre lo que va a comprar, estoy seguro que por poco que pierda el tiempo en evaluar e intentar ver más allá, buscar en lugar de aceptar sin más lo que le traen y no quedarse deslumbrado por lo que brilla, logrará mejorar la programación de su pueblo o ciudad y hacer un aporte cultural auténtico y necesario, entiendo que la labor del que contrata arte con presupuesto público no puede quedarse sólo en lo lúdico o divertido, pienso que tiene que intentar culturizar, ofrecer cosas de calidad y lo más honestas posibles, creo que sólo de esta manera, viendo desde la butaca, la silla plegable o de pie buenos espectáculos, llegaremos (las próximas generaciones) un día a saber diferenciar  la engañifla de lo honrado, lo pulcro de lo sucio. 

Estamos muy alejados de conseguir enterarnos de todo de lo que vemos, este es un aprendizaje demasiado amplio y lento, pero aunque sea, posiblemente un tarea imposible, considero que el poder formarnos un criterio sobre los espectáculos que vemos ha de ser el objetivo, no podemos quedarnos conformes sólo por la imagen de una persona tocando en un piano de cola alguna melodía agradable, tenemos que saber valorar lo que está ofreciendo (la música es para ciegos), dejar de alucinar con este que toca un instrumento exótico por el hecho de la rareza del artilugio o el aspecto del que lo toca. 

Nos queda una amplia labor que hacer si queremos mejorar nuestra oferta cultural y disfrutar plenamente de ella, pienso que en el buen arte está mucho de lo agradable de la vida, además nos hace mejores, pero para lograr acceder a este maravilloso lugar debemos empujar hacia él, y cuantos más nos impliquemos, más posibilidades habrá de conseguirlo. Los artistas debemos esforzarnos en ser lo más honestos posibles con lo que vendemos, los que gestionan y tengan déficits tienen que culturizarse lo máximo posible, ser conscientes de sus carencias y, donde no lleguen, buscar opiniones expertas. Todos, de vez en cuando, deberíamos dejar que en casa se pueda oír de fondo a Gleen Gould o parar el mundo para leer en voz alta un capítulo de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas o La isla del tesoro, no estaría de más esforzarnos en regalarnos algún momento de estos al menos un par de veces por semana.


“El ser diestro en alterar la percepción de la realidad es suficiente para poder vivir del arte sin esfuerzo y sin vergüenza”. Ani Akkas Jedha