Una de las cosas que no puedo dejar de hacer, cuando paseo por la ciudad o por el campo, es fotografiar una huella cuando la veo, me da igual de quién o de que sea el rastro, tampoco me importa sobre el material que esté la marca, saco mi móvil y la inmortalizo.
Tengo montones de huellas de animales, aunque también las tengo de personas, vehículos y otras cosas (mis preferidas son las de animales). Me molan mucho las que fueron impresas sobre barro, me atrae la idea de que estas desaparecerán en no demasiado tiempo, me gusta el arte efímero. Cuando no se trata de huellas de personas o vehículos, que son muy sencillas de reconocer, me place imaginarme que tipo de bicho ha sido el que la dejó, qué cuadrúpedo o ave se paseó después de la lluvia sobre el lugar y que aspecto tendría, lo mejor de esto es que no tengo ni idea de identificar huellas, aún así las observo y analizo concienzudamente hasta imaginarme al dueño de la pisada. La que dejo aquí hoy, veo claramente, con muchos puntos a favor de que mi conclusión sea errónea, que pertenece a un zorro solitario de color pardo rojizo y cola ancha.