Mi abuela (la iaia Trini), era una mujer vital, de una energía brutal y de carácter, también era bastante de la broma (con sentido del humor) y muchas cosas más: luchadora, cabezona, setera, excelente cocinera y …
Eramos, supongo que me apuntó ella, de la asociación Boletaire El Rovelló, con estos íbamos de excursión de vez en cuando, siempre nos llevaba el mismo chofer, el señor Valentí. No sólo eran excursiones seteras, en ocasiones eran a la playa y en otras al campo para comer montgetes amb butifarra que hacía mi abuela para un ciento; un vez al año se hacía un viaje sorpresa (en uno de esos tuvimos un accidente, no pasó nada grave).
En un viaje, al cual yo no fui, decidieron ir a Port Lligat a visitar al socio honorífico Salvador Dalí, llamaron a la puerta y cuando Dalí vio que eran de Manresa, dijo: ¡Un momento! Voy a ponerme una chaqueta que me hizo un sastre manresano (no recuerdo el nombre del sastre). Volvió con la chaqueta puesta, pantalón corto y unas tradicionales espardenyes. Los del Rovelló y el Salvador Dalí pasaron un rato juntos.
En la foto no sé que le contaría la Trini, pero lo que sí sé es lo que les dijo al despedirse el famoso pintor; Dalí les acompañó hasta la puerta y cuando ya se iban, les preguntó: ¿Podríais hacerme un favor? ¿Podríais traerme unos grillos de Manresa?. Ya podéis ver a aquellos boletaires, ya de una edad, al día siguiente, buscando grillos y metiéndolos en una caja, después cogieron el coche y de vuelta a Port Lligat, que en aquellos años sería un viaje bastante serio. Le entregaron los grillos a Salvador Dalí y uno de los boletaires le preguntó ¿Para qué los quiere? La respuesta fue muy daliliana: para ver si son más rápidos que los de aquí.