ANTONIO FERNÁNDEZ CRESPO





    Siempre se mueren los mejores. Menuda frase. Hay muchos tipos de muerte, por accidente, por enfermedad, voluntarias etc. No, no quiero hablar de eso, eso son formas de morir. Empiezo de nuevo. 

    Hay muchos tipos de muertos, esos muertos dependiendo de su cercanía o de la atención que les prestaste en vida o su relevancia según tus sentimientos te afectan de distinta manera y, eso me parece verdaderamente interesante. Los muertos cuando aparecen abren muchos sentimientos, no tienen que ser todos de tristeza, además con el tiempo, cuando es alguien con quién has compartido mucho, sus recuerdos te despiertan también sentimientos de alegría, la pérdida de alguien cercano es muy distinta dependiendo quién es el cadáver. El muerto, incluso siendo gente que no has conocido, te puede afectar mucho y de distintas maneras, este afecto puede ser de tristeza, pero en ocasiones puede provocar un sentimiento jubiloso, hay muertos que te alegran el día, es raro, pero los hay, aunque eso parezca bárbaro, incluso se puede desear que esto ocurra, desear que palmen, esas cosas son los sentimientos y los sentimientos no se pueden dirigir. Por ejemplo cuando murió Franco se descorcharon muchas botellas de cava en España (en la intimidad familiar y en silencio) y muchos españoles brindaron en Latinoamérica y Europa (abiertamente y con bullicio); en mí caso cuando murió Charlie Haden me entristecí, era una persona que no conocía, bueno estuve una vez entrevistándole para una revista, pero esto es otra historia, insisto, yo no lo conocía personalmente, pero incluso recibí mensajes de colegas, sabiéndome muy seguidor de él, dándome el pésame. Otro caso es la muerte de la madre de algún conocido, eso normalmente me afecta poco, son cadáveres que pasan casi desapercibidos en los sentimientos y desaparecen rápido, al menos de mi historial. Pero cuando el difunto es alguien que has amado mucho, el dolor es muy intenso y pasa largo tiempo hasta que puedes normalizar la nueva situación, aparecen muchos sentimientos, de amor, de falta, de culpa y una cosa muy importante, para mí, aparecen las preguntas, las preguntas que nunca le hiciste y quieres, pero eso ya no se puede, y no me refiero a preguntas tipo ¿Qué pensaría mi madre sobre este asunto? me refiero a preguntas concretas de su vida y, más aún, sobre sus sentimientos, respuestas que se llevó a la tumba y en ocasiones quiero, preguntas que nunca hice o si la hice las he olvidado y siento que habría tenido que hacerle. Otra, es cuando pienso que con las tecnologías actuales estaría disfrutando mucho, incluso hubiesen cambiado su vida, incluso igual aun estaría vivo, aquí voy a pasar a hablar de mi amigo Antonio Fernández Crespo que murió hace ya mucho y sigo echando de menos.

    El hablar de él, de todo lo que conozco de él, puede ser casi infinito, voy a intentar concretar e ir en busca del grano que quiero exponer sin liarme demasiado. Antonio era un tipo hiperactivo, entrenador de baloncesto, de fútbol, actor, gestor de ideas y maestro de ajedrez en colegios, incluso fundó un club de ajedrez (que yo recuerde, fue más cosas seguro). Un tipo con una inteligencia sin igual y con fama de ello, de notas tremendas, pero que nunca pudo estudiar por falta de capital. Una de las preguntas que le haría sería ¿Quién te enseñó a jugar al ajedrez y cómo fue la cosa? está claro que no fue nadie en su casa, lo sé, creo que fue el que era en aquellos años el presidente del Club Escacs Catalonia de Manresa, hombre que vivía en la avenida Pirelli, lo que no sé como fue él (Antonio) a parar a aquella casa o al club, para mí aquello es un misterio, alguna vez he imaginado que su madre iba a hacer la limpieza a casa de aquel señor y se llevaba al niño, Antonio acabó ganando el Juvenil del Open Internacional Ciutat de Manresa, me enseñó a jugar al ajedrez a mí y a un montón de chavales, me gustaría saber el Elo que tenía, me lo había dicho mil veces, pero no lo recuerdo y aquellas listas de tantos años atrás me ha sido imposible encontrarlas, hablo de los primeros ochenta, podría alargarme mucho en anécdotas de ajedrez con él de protagonista y yo de acompañante, pero lo que quiero contar es otra cosa, el grano que quiero mostrar es otro. Antonio era verdaderamente pobre y, en aquellos años, el ajedrez, para llegar a cierta élite tenías que tener dinero para conseguir libros adecuados con análisis actuales, con las novedades y esas cosas y eso era caro, caro, incluso recuerdo al final de su vida empezaron a salir unos archivos en cedes o diskets o el formato que fuera para los primeros ordenadores, había partidas de todos los jugadores a partir de cierto Elo (creo recordar que bastante bajo) y no sé que más y valía mucho, mucho dinero, sólo lo tenían la élite, recuerdo que Magem tenía uno de esos. Antonio nunca tuvo acceso a estas cosas, pero se había leído todos aquellos libros de bolsillo con partidas y análisis sobre partidas de Capablanca, Morphy, Alekhine, Tal, Lasker etc, era el Crespo (como sé muy bien, los que nos apellidamos Fernández, en muchas ocasiones pasamos a ser conocidos por el segundo apellido, el Antonio Fernández Crespo, era el Crespo) un erudito de los clásicos, eso era una base fortísima, para jugar en la élite, insuficiente, pero muy buena para torneos de club medio, además esa base para enseñar era algo excelente, por eso era tan buen maestro. Podría estar hablando del Antonio Crespo mucho y mucho, sólo sobre lo que viví con él en el ajedrez podría estar rellenando páginas de anécdotas y logros, pero hoy he venido a hablar del muerto. Como he comentado arriba, en algún lugar de este relato, a muchos les haría preguntas, a él también, pero lo que he pensado muchas veces y me da rabia es ¿Qué hubiese pasado si el Crespo hubiese tenido en sus manos todos esos programas de análisis que hoy cualquiera puede conseguir? No hablo de los programas top que tienen los jugadores de élite, simplemente los más baratos o los gratuitos, o la información que hubiese podido absorber viendo las retransmisiones y análisis de grandes maestros de las partidas de Carlsen, Caruana, Aronian, Nakamura o Harikrishna y no digamos lo que hubiese disfrutado con la vuelta de Kasparov o ver a Kramnik, Topalov y Anand que eran los emergentes cuando él murió. No pienso que a su edad hubiese llegado a la super élite, pero estoy seguro que con su capacidad hubiese dado un salto cualitativo y hubiese sido más feliz, quizá esa tecnología le hubiese salvado de su tragedia y no hubiese muerto, aun de vez en cuando quedaríamos y nos reiríamos un buen rato. Quién sabe.