Un lugareño me contó que aquel alcalde decidió poner una fuente en la plaza del pueblo, acababa de caer la república en beneficio de Napoleón.
Buscó al mejor de los arquitectos que pudo hallar, este le hizo unos esbozos y unos presupuestos, Galinier (el alcalde) eligió la que le pareció la más bonita (era la que menos le gustaba al arquitecto y también la más cara), utilizaron mármol rojo de la cantera de Caunes-Minervois, un material digno de reyes que se encuentra también en el castillo de Versalles, en el Louvre o en la Opera Garnier de París.
En la inauguración hubo banda de música, descorcharon unas botellas Blanchette de Limoux de las que bebieron el alcalde, el secretario, el cura, el boticario y los representantes del orden público; para los del pueblo un barril de vino tinto. Aquel tinto era muy recio, la fiesta empezó a desmadrarse, varios de los presentes empezaron a increpar al alcalde por un tema de falta de pagos por la cuestión de la…
Sentado a la fresca le hice esta foto al gato que se había encaramado al borde de la fuente para beber, pesé “que bien le va que esté aquí esta fuente, para nosotros es un monumento, para él comodidad y calidad de vida”.
No sé ponerle fecha a aquel momento.